miércoles, 3 de marzo de 2010

El delantero de moda revela la historia que cambió su vida


Alexander Aguilar
aleaguilar@aldia.co.cr
Es una historia de transformación. De Dios, de cambio y de muchos goles.
Alejandro Sequeira abrió las puertas de su corazón, de su mente. Sin reservas, con desesperación. Estaba sumergido de pies a cabeza en el alcoholismo hasta que su esposa Mileska Marín no aguantó más y explotó.
“En el 2006 estaba jugando para el Cartaginés pero me rescindieron el contrato”, recuerda el delantero saprissista, en lo que significó el principio del final de una enfermedad que iba acabando con él y su familia.
“En aquel momento estaba metido en el alcoholismo, y entre muchos problemas ese era el padre de los problemas. Me echaron y entonces tenía más tiempo para salir y seguir la fiesta, incrementar, digo yo, el desorden en que andaba”.
La salida del Cartaginés no lo tocó a fondo, pero sí la decisión de su esposa. “Un mes después ella me plantea el divorcio, me pidió que hablara con el abogado porque se quería divorciar. Era un problema que tenía cerca de diez años de suceder, pero nunca me había planteado eso, solo había enojo, ella se iba para donde su mamá o yo me venía para donde la mía”, recuerda.
Sequeira sintió que el mundo se le derrumbaba y no podía levantarse solo. Era el momento para tocar puertas de ayuda.
“Cuando ella me dijo que se quería divorciar entonces yo sí me vi sin nada, quedé como desnudo, porque ella era lo único que yo guardaba para mí. Pero era un amor egoísta, carecía de tiempo, era un amor que lo trataba de suplir con dinero, con presión psicológica. La verdad es que sí, me asusté y lloré por impotencia, yo no estaba gobernando mi vida, sino que era el alcohol y no queriéndola perder me propuse cambiar en serio”.

Un mejor camino
El delantero de moda estaba cerca de encontrarse con el que sería su salvación, como lo reconoce sin dudarlo. Por eso ahora va de frente como cuando tiene que medirse a la defensa adversaria.
Se siente fortalecido por un impulso interior que le viene de un Ser Supremo, como él mismo lo enaltece con su tono de voz sereno, tranquilo, con la paz que hace algunos años no conocía ni tan siquiera le pasaba cerca.
“En ese tiempo la mejor decisión que pude haber tomado fue haberme casado, porque mi esposa siempre ha sido el amor de mi vida”, agrega el número nueve del “Monstruo”. “Pero lo estaba perdiendo todo. Ella estaba muy herida, porque en aquel camino hasta hubo infidelidad y ahora lo puedo hablar porque Dios hizo un proceso conmigo y con mi esposa, ahora vivo para ella y para mis hijos; temiendo a Dios”.
El goleador buscó como salvar su familia. Estaba contra el tiempo, tenía que darle un vuelco a su vida. Dejar los bares, las trasnochadas, la fiesta. Se estaba hundiendo en un túnel sin salida.
“Busqué a mi mamá para decirle que yo quería reaccionar como persona, porque el plano deportivo ya no era importante. Ella pudo hablar con un amigo que se llama Miguel Arroyo y él me presentó a Cristo. Me dijo que me podía ayudar y oramos juntos. Me hizo ver que el alcoholismo era un espíritu inmundo que se apoderaba de uno. Luego fuimos con un pastor llamado José Amador en Belén”.
Ahí comenzó su resurgir personal y deportivo, corría el 2006. Poco más tarde fue fichado por Carmelita y su familia volvió a creer en él. “Una vez le dije a mi esposa que si ella había sufrido tantos años yo le iba a dar el doble en apoyo, en comprensión y fidelidad. Ella está agradecida con Dios y en algún momento me comentó que si hubiera sabido que Dios le iba a solucionar este problema lo hubiera buscado antes”.
Parte de la historia del hombre gol del Saprissa, quien sonríe con su nueva vida... y con sus goles.

En frases
“Cuando mi esposa me pidió el divorcio yo toqué fondo. Ella sintió que no había otra alternativa, claro, ella tenía razón, ya me había aguantado mucho. Ella no tenía credibilidad en mí”.
“Mi esposa tuvo las ganas, pero nunca me cambió, tuvo el amor, pero nunca me transformó, mas el poder de Dios sí cambió mi vida por completo. Por eso yo hablo de Cristo”.
“Mi esposa o mi madre, dependiendo donde me quedara a dormir, sufrían con mi levantada en las mañanas después de una noche de fiesta y la verdad es que yo me cansaba”.
“En aquella época de alcoholismo el fútbol no me interesaba mucho, porque chocaba con mi vida nocturna. Recuerdo que sufría muchísimo en los entrenamientos”.



Alexander Aguilar

Es de todos los días escuchar a Alejandro Sequeira hablar de Dios. Cada vez que lo entrevistan lo menciona, sus goles van dedicados al Ser Supremo, sus celebraciones las disfruta apuntando al cielo.
¿Pero desde cuándo Sequeira tomó la decisión de ventilar a los cuatro vientos su nueva relación con Dios y con el mundo?
“En el 2008 estaba jugando ya para Ramonense y enfrentábamos al Herediano. Durante el partido un aficionado me gritó ‘borracho’ y ‘alcohólico’, también me gritó desde la gradería el nombre de las cantinas que yo frecuentaba y era cierto”, indica Alejandro con este recuerdo que le hizo abrir mente y ojos. “Eso me dolió, me sentí herido y me dije que ese varón no me conocía. A partir de ahí empecé a hablar de Dios, porque ya tenía dos años de estar en sobriedad, pero no lo había dicho públicamente”.
Fue cuando Sequeira aprovechó la llegada de los micrófonos para destapar su transformación espiritual, esa que había guardado durante dos años.
“Ese día hablé en la radio y de algo malo como una ofensa de un aficionado salió algo muy bueno, ya que una familia de Cartago me escuchó y cambió su vida y la de muchas otras personas. Ese es mi gozo, hacer familia para Cristo, por eso hablo”.
Y lo seguirá haciendo. No quiere descansar en su proyecto.


[Gracias al Sr. Alexander Aguilar del Periódico Al Día, por su autorización para publicar estos artículos suyos tomados de la página web de Al Día en su sección Ovación.  José Daniel Quesada M.]